La relación de pareja
Una definición general de pareja puede ser: dos personas procedentes de familias distintas, generalmente de diferente género, que deciden vincularse afectivamente para compartir un proyecto común, lo que incluye apoyarse y ofrecerse cosas importantes mutuamente, en un espacio propio que excluye a otros pero que interactúan con el entorno social. Maticemos un poco esta definición. En nuestra cultura es importante la condición de proceder de familias distintas, ya que se orienta a evitar las relaciones de parejas consanguíneas, es decir es la base del tabú del incesto en nuestra cultura presente ya desde los tiempos de Edipo. La consideración del género tiene una importancia relativa desde el punto de vista de la reproducción, este tema en la actualidad con el reconocimiento de los matrimonios homosexuales y sus derechos de adopción está siendo revisado social y jurídicamente hablando, sin embargo desde un punto de vista estadístico y demográfico la mayoría de las parejas son heterosexual y esta es una condición necesaria para la reproducción. El elemento fundamental de esta definición, es “Compartir un proyecto”, esto supone antes que nada compartir expectativas de futuro conjuntas; este es el ingrediente que consolida a una pareja y la distingue de un simple ligue.
Para resumir ser pareja implicaría un intercambio nutricio en el plano relacional, orientado hacia el futuro, este intercambio no debería ser desigual (basado en la relación en que uno da y el otro recibe), es una relación que implica una cualidad de exclusividad, la pareja suele ser un espacio cerrado del cual deberían quedar excluidos los otros. En definitiva la pareja es una de las relaciones más intensas en las que involucran los seres humanos, después de sus propias familias de origen, es una unidad de gran complejidad, en donde dos personas con sus propias historias de vida se unen aportando un enorme potencial de pensamientos, emociones y acciones, que no solo interactúan entre sí en el presente, sino que sus propios pasados los influyen e impactan en la construcción de su proyecto de futuro.
A lo largo de la historia reciente podemos distinguir tres modelos fundamentales de “ser pareja”. En primer lugar tenemos la pareja patriarcal, más propia de los tiempos pre-modernos época de matrimonios concertados por las familias, de corte más bien desigual, donde la división del trabajo estaba rígidamente regida por el género. El marido en esta pareja ocupa un lugar de superioridad era la “cabeza de familia”. Su responsabilidad básica era trabajar y ser sustento económico de la familia. Mientras que la mujer ocupa una posición jerárquica inferior, sus responsabilidades son la gestión cotidiana de los asuntos domésticos y especialmente la crianza y educación de los hijos.
La incorporación de la mujer al mercado del trabajo, transformó la estructura de pareja. Hombres y mujeres progresivamente son considerados iguales en derechos, y pueden mirarse como iguales. La base del vinculo es el “enamoramiento”, la pasión, que apuntan a una fusión total en los primeros momentos de la pareja. El género pierde su papel regulador de la división de las responsabilidades, abriendo el campo a la negociación, las responsabilidades son compartidas (económicas, tareas domésticas y crianza de los hijos) y tienen a convivir en espacio diferenciados a resto de su familia extensa.
Y en los últimos tiempos, se ha venido abriendo paso un nuevo modelo de “ser pareja”, fruto de los cambios que ha sufrido la propia sociedad. La pareja postmoderna sienta sus bases en el hedonismo, es decir, en la búsqueda del placer. No se trata solo de placer sexual, aunque desde luego esta en primerísimo lugar, además se extendían hacia una especie de culto al “ocio”, al confort, a los viajes, las segundas residencias, la practicas de deportes, la cirugía plástica, etc. Al punto, que la llegada de los hijos se puede retrasar porque “aun tenemos mucho por disfrutar de la vida”. Los hijos se pueden interpretar como una interrupción en la diversión. Otra característica importante de la pareja de nuestros tiempos, es que la posibilidad de la separación está abierta desde el mismo comienzo de la vida de pareja, deja de ser interpretada como un “fracaso”, para convertirse en un “evento normal” en la ciclo de vida. En estas parejas, los espacios individuales de ocio y trabajo son de suma importancia, hasta el punto que la pareja puede romperse si interfiere por ejemplo en el desarrollo de la carrera profesional de algunos de sus miembros. Los roles de género se pueden invertir, o existe una gran flexibilidad para interpretarlos. Interesante artículo en este enlace.
¿CUÁLES SON LAS ETAPAS Y SUS RIESGOS EN UNA RELACIÓN DE PAREJA?
Podemos en términos generales distinguir 4 momentos en una relación de pareja, que se corresponde con el ciclo de vida de la misma y claro está con el de sus miembros. La primera etapa o fundacional, que se inicia cuando los miembros empiezan a tener fantasías de construir una relación de pareja estable, que poco a poco se va concretizando con la exploración conjunta de los “sueños” de cada uno en la etapa de noviazgo. Este es un momento muy importante en la historia de cualquier pareja, en el se empieza a dibujar o hacer las primeras pinceladas del proyecto conjunto, los sueños, las fantasías, y los buenos deseo suelen describir este momento inicial. Y estos estarán en la base de las expectativas reciprocas de cada miembro de la pareja. Por ello puede ser tan problemático un noviazgo muy corto que no permite desarrollar el proyecto, como uno excesivamente largo que va poco a poco desgastando las ideas iníciales.
En segundo lugar, está el momento de consolidación de la pareja, este implica fundamentalmente la asunción del compromiso mutuo y su explicitación en una suerte de contrato de pareja.Normalmente se ve en rituales sociales significativos tipo bodas, la inscripción como parejas de hecho o simplemente ponerse a vivir juntos. Estos rituales le otorgan a la pareja una cierta experiencia de “arraigo”; es decir, “ahora si de verdad somos pareja”. En esta etapa, los sueños se transforman en realidades, se da un delicado proceso de “adaptación” que puede poner en riesgo la estabilidad de la pareja. La pareja ideal, deja de ser aquella con la que soñamos en la etapa de noviazgo, para ser una realidad de carne y hueso, que se acuesta y despierta a mi lado. Las habilidades de negociación, de flexibilidad, y de empatía son particularmente importantes en este momento.
La llegada de los hijos es un tercer momento substancial en el clico de la pareja. En este momento es frecuente que las parejas se vuelquen en los hijos, dejando en un segundo lugar las necesidades conyugales y de vida de pareja. Y aunque este es un movimiento necesario, si resulta excesivo puede tener consecuencias problemáticas para los hijos y para la propia pareja. Es importante recordar que para ser padres, no es conveniente dejar de ser pareja. El crecimiento de los hijos marcara positiva o negativamente el desarrollo de la pareja, los juegos de triangulación de los hijos en los conflictos de sus padres o la adolescencia y su necesaria autoafirmación y provocación comporta un nuevo reto para la pareja.
La pareja madura, marcada por la marcha de casa de los hijos, que da lugar al famoso síndrome del “nido vacío” es un nuevo momento crítico para la pareja. En el cual se impone renegociar tanto el vínculo como el proyecto en curso. Para muchas parejas no es fácil volverse a encontrar cara a cara, después de haber estado volcados en los hijos tanto tiempo. En esta etapa son muy frecuentes las separaciones o divorcios. Por último, esta la vejez que cierra el círculo vital de la pareja. Es una etapa donde la pérdida es una experiencia frecuente: la jubilación, la muerte de figuras significativas. En todo caso, en este momento la pareja anciana debe afrontar la inversión de los roles con los hijos, lo cual no siempre es fácil.
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