Separación y divorcio

En primer lugar nos gustaría afirmar que la Separación No es un Fracaso. Permítasenos matizar tal afirmación. No sería una exageración reconocer la separación conyugal como uno de los grandes avances de la modernidad (a la par de la electricidad, el coche o el teléfono), puesto que la normalización del divorcio ha aportado a la civilización occidental más bienestar que cualquier otro progreso científico. Hace algún tiempo –no muy lejano- no era legal la ruptura del matrimonio, lo que solía producir matrimonios sostenidos artificialmente produciendo grandes sufrimientos para los maridos, las esposas y sobre todo para los hijos. En definitiva, hoy en día no hay nadie que pueda discutir sobre bases científicas y racionales las ventajas de una separación cuando esta se realiza a tiempo y adecuadamente, en comparación con los dramas que pueden seguir dentro de una relación de pareja mal avenida. Lo cual no quita que la ruptura de un vínculo tan significativo, como el de pareja, conlleve importantes dificultades, una separación puede llegar a ser una de las experiencia más estresante para todo ser humano, por ello no se deben trivializar con este tema. Sin embargo que el proceso se lleve a cabo de mutuo acuerdo y en relativa armonía, es uno de los factores más favorables para una pronta y segura recuperación.
terapia de pareja

Una separación implica una perdida y toda perdida necesita una cierta elaboración del duelo, pasando por casi todas sus etapas: 1. Negación, 2. Desorganización (caos), 3. Rabia, 4. Culpa, 5. Soledad, 6. Alivio, 7. Normalización. La separación frecuentemente afecta la autoestima de las personas, la imagen de uno mismo puede verse afectada tanto por la lucha en la separación como por la experiencia de perdida, lo que puede reforzar una idea errónea de fracaso, culpa, engaño o persecución. En esta situación es muy fácil caer en el error de la victimización de uno mismo, y pensar que el otro es un “ser maligno”, injusto, egoísta, etc. Es importante y sano, evitar este tipo de posturas, que solo reflejan “parte de la realidad”.

No podemos olvidar un elemento pragmático o más mundano, que se refiere a los importantes reajustes que se producen en la vida cotidiana, cambio de vivienda, cambio de la situación económica, la soledad, cambian los rituales, el lado de la cama, etc. Esto es particularmente problemático cuando se han producido relaciones de importante dependencia entre los cónyuges.

De manera general para SUPERAR UN DIVORCIO O SEPARACIÓN, debemos:

1. Aceptar las emociones que sentimos, algunas serán positivas y otras no, pero todas son nuestras y validas.
2. No te cortes a la hora de hablar, de llorar o de expresar tus emociones, por no exteriorizar los sentimientos negativos, estos no desaparecerán, todo lo contrario, hablar nos ayudara a darnos cuenta que todo forma parte de un proceso de sanación.
3. Es normal sentirnos algunas veces mejor y otras peor, pero no se trata de un retroceso, yo siempre digo el ritmo del cambio son dos pasos para adelante y uno para atrás, son normales los altos y bajos.
4. Es importante confiar en los recursos personales, para superar esta experiencia, tenemos todos los recursos para enfrentar la vida, la vida no se termina con una pareja, solo cambia.
5. Hay cosas que no tienen un “Por Qué”. Hacernos algunas preguntas trampas, es decir esas que no tienen respuesta, son una forma de quedarnos atrapados en el fango del los sentimientos negativos.
6. La culpa y el miedo, no son buenos compañeros de viaje. Si bien hay que reconocerlos como propios, no son los únicos sentimientos que tenemos para enfrentar la nueva vida.

¿Cómo decir a los hijos que los padres se separan? El tema de los hijos, es serio. Más veces de las que nos gustaría reconocer, podemos ser testigos de cómo las parejas usan sus hijos dentro de sus conflictos. Obligándolos a tomar partido por uno de ellos y sometiéndolos a un conflicto de lealtades. Explicándole cosas sobre su padre o madre que no deberían saber, etc. Por ello aprender a separarnos respetuosamente podría sin duda evitar en nuestros hijos posibles problemas psicológicos, emocionales, incluso escolares. Por ello todas las parejas antes de sentarse a conversar con sus hijos, sobre la separación deberían tener en cuenta:

1. Toda ruptura familiar es un problema serio para la mayoría de los hijos. A pesar de los beneficios que pueden implicar la finalización del dolor causado por las peleas y/o conflictos entre los padres.
2. Ambos como padres deberán hacer un esfuerzo muy especial para crear las condiciones apropiadas que reduzcan el estrés y el sufrimiento sus hijos, así como darles el apoyo psicológico y emocional necesario para manejar las inevitables dificultades que causará la separación. Una vez tengan claro las condiciones y tiempos de la separación (condiciones de la custodia, régimen de visita, nuevas residencias, etc.)
3. Os debéis reunir con los niños y JUNTOS informales sobre las decisiones que han tomado. Haciendo énfasis en que se les seguirá amando aunque ya no podéis seguir juntos como esposos ya que hayan dejado de quererse, pero que cada uno desea que ellos sigan manteniendo buenas relaciones con el otro.
4. Debéis permitir a sus niños expresar de forma libre y abierta su posible oposición a la separación y/o divorcio y sus sentimientos negativos al respecto: su tristeza, dolor, rabia, inseguridad, etc. De tal manera, que deberéis ayudar y apoyar a sus hijos a afrontar los primeros meses turbulentos que siguen a la separación.

No debemos olvidar que el vínculo de pareja y el vínculo como padres, son TOTALMENTE diferentes. El primero es un vínculo voluntario y que se puede romper por propia decisión de la pareja, en segundo lugar está el vínculo como padres, que incluso se puede rastrear en la biología, que sobrevive más allá de la separación. Es decir existe una dimensión llamada conyugalidad que corresponde a la pareja con sus éxitos y dificultades, y otra llamada parentalidad, que se refiere al tipo de nutrición emocional que les ofrecemos a nuestros hijos. Una separación afecta al primero, pero no tiene porque afectar al segundo. Interesante artículo en este enlace.

De cara a los niños de forma general se suele recomendar que para niños de menos de 5 años la conversación sea al menos con 10 días de antelación, con niños de entre 5 y 8 con uno o dos meses y con mayor antelación para niños mayores.

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